RECORDANDO LA MUERTE DE UN SANTO

El Sacerdote Luis Orione, ya había andado su vida, sirviendo a los demás…haciendo la Caridad incluso fuera de su querida Italia.

Su cuerpo estaba cansado y su corazón aún más, quizás traspasado de tanto amor como un derroche de lágrimas de quien sabe que se acerca su hora de dejar este mundo.

Por órdenes de su Superior, por consejo de su doctor y mucha gente que estaba en las obras de Caridad, accedió a viajar, “contra su voluntad” a San Remo.  Hay que recordar que había tenido ya un primer infarto cardiaco.

Él decía: “Deseo ir a morir entre los pobres, quiero morir entre los niños huérfanos, abandonados, recogidos por la Divina Providencia”.

Era el 12 de marzo de 1940, cuando siendo las 22:30 hrs. el enfermero llamado Modesto va la pieza de Don Orione, dándose cuenta que hay nuevamente síntomas de un nuevo infarto, transpiración, rostro cadavérico.  Pese a que le pone una inyección para disminuir su dolor, el enfermo se ahoga, debe ser levantado de su cama para que pueda respirar un poco mejor.

Este nuevo ataque no era igual a los demás…era con una transpiración copiosa, era un sudor frío, de muerte.  El enfermero lo sienta en un sillón y lo cubre con una frazada, mientras jadeante su cabeza de moribundo se apoyaba sobre su brazo derecho en un abandono casi inerte.

“Jesús, Jesús” se le escuchaba decir y luego: “¡Voy!” como respondiendo a un llamado.

Eran las 22:45 hrs. Don Orione levantó sus ojos al cielo y sin fatiga, reclinó su cabeza en el sueño profundo de la muerte.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *